¿Por qué el virus SARS-CoV-2, que causó la pandemia de COVID-19, comenzó a infectar a las personas? Hay pruebas de que nuestras interacciones con el medio ambiente natural están creando condiciones perfectas para que los patógenos se muevan de los animales salvajes a las personas, ya que el crecimiento de la población, la urbanización y el cambio climático nos llevan a un contacto más estrecho con la fauna y flora silvestres. Medical News Today examina la relación entre la salud, la sustentabilidad y el medio ambiente, y las lecciones que debemos aprender de la pandemia.

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¿Qué nos ha enseñado COVID-19 acerca de la sustentabilidad y la salud? Crédito de la imagen: DAVID GRAY/AFP vía Getty Images.

El acuerdo de París, firmado en 2015, fue un compromiso global para trabajar hacia las emisiones netas cero y los objetivos de desarrollo sostenible (SDG, por sus siglas en inglés) de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Hasta 192 países más la Unión Europea — que representa otros 27 países más — se unieron al acuerdo, que entró en vigor en noviembre de 2016. Los detalles para su implementación fueron finalizados en 2018 en la Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU en Katowice, Polonia, y en 2021 en la Conferencia sobre el Clima de la ONU en Glasgow, Reino Unido.

El cambio climático y la sustentabilidad estaban constantemente en las noticias. A pesar de algunas voces disidentes, la mayoría de los expertos reconocieron que las personas son en gran medida responsables del cambio climático y que deben aplicarse medidas rápidamente para combatirlo.

Luego, en diciembre de 2019, COVID-19 dio su golpe. De repente, hubo una preocupación más urgente que los gobiernos debían abordar. El cambio climático se convirtió rápidamente en un problema para el futuro. Ahora, las personas estaban muriendo por esta nueva enfermedad.

Pero muchos comenzaron a darse cuenta de que los dos temas estaban estrechamente vinculados. El crecimiento de la población que impulsa el cambio climático también aumenta la probabilidad de transmitir las enfermedades de los animales a los humanos.

COVID-19 no es la primera enfermedad zoonótica, una enfermedad que es naturalmente transmisible de algunos animales a los seres humanos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) registra más de 200 enfermedades de este tipo, y a menos que reaccionemos de la manera correcta, COVID-19 no será la última.

“Los principales determinantes de la salud mundial y el desarrollo sostenible son la pobreza, la población y la contaminación; todos ellos están relacionados con COVID-19 y la crisis climática”.

–Dr. Jagdish Khubchandani, profesor de salud pública de la Universidad Estatal de Nuevo México

La OMS calcula que más de 13 millones de muertes cada año se deben a causas ambientales evitables, e indica que la crisis climática es “la mayor amenaza para la salud que enfrenta la humanidad”. Por lo tanto, el clima y la salud deben abordarse por igual.

Pero, ¿cómo se relaciona el clima con COVID-19? La teoría prevalente es que COVID-19 se transmitió a los seres humanos de los murciélagos a través de un vector animal desconocido que se vendió en, o tuvo una asociación con, un mercado de alimentos frescos en Wuhan, China. Y no es la primera enfermedad que se transfiere de esta manera.

Según Amanda McClelland, vicepresidenta ejecutiva de Prevención de Epidemias en Resolve to Save Lives, una organización mundial de salud que tiene como objetivo prevenir enfermedades cardiovasculares y epidemias:

“Existe una fuerte relación entre el cambio climático y los brotes de enfermedades infecciosas. Con una mayor conectividad y urbanización mundiales, la pérdida de hábitat y las cambiantes condiciones ambientales, el potencial de nuevos patógenos de convertirse en amenazas pandémicas ha aumentado considerablemente”.

Las personas están acelerando el cambio climático de muchas maneras: el crecimiento de la población, la quema de combustibles fósiles, la deforestación, la urbanización y la degradación ambiental están agravando el problema. Además, a medida que las poblaciones aumentan, las personas necesitan más tierra, por lo que se trasladan y utilizan nuevas áreas.

Ellos, o sus animales domésticos, entran en contacto con animales salvajes. Muchos animales salvajes transportan patógenos: Los murciélagos, por ejemplo, además de ser los principales sospechosos de COVID-19, albergan varios otros virus que causan enfermedades en los seres humanos, como la rabia, el ébola y el SARS.

La Dra. Kunjana Mavunda, neumonóloga pediatra certificada por la junta y experta en medicina para viajeros y pandemias globales, dijo a Medical News Today que “el murciélago puede portar varios virus que pueden ser mortales para los humanos al mismo tiempo y no tener problema con eso”.

Sin embargo, cuando se transmiten a los animales domésticos y luego a las personas, los patógenos que son inofensivos para el huésped original a menudo causan enfermedades. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) estiman que tres de cada cuatro enfermedades emergentes se propagan a los seres humanos desde los animales.

La Dra. Mavunda añadió: “En sociedades que tienen mercados en los que diferentes especies de animales salvajes se mantienen en condiciones de hacinamiento con mala higiene, existe un alto riesgo de que los patógenos de estos animales se transmitan, muten y luego transmitan a los seres humanos”.

Y es en los países en desarrollo donde estas condiciones son más probables, como explicó el Dr. Khubchandani a MNT:

“La demanda de recursos como los alimentos causa mayor ganadería, mayor dependencia de los animales e interacciones con plagas y animales domésticos sin seguridad y saneamiento. […] En tales escenarios, siempre notamos que las enfermedades infecciosas emergentes se originan en los países en desarrollo”.

En 2015, todos los estados miembros de la ONU adoptaron los 17 objetivos de desarrollo sostenible. En resumen, los objetivos son que poner fin a la pobreza, reducir la desigualdad e impulsar el crecimiento económico deben ir de la mano de abordar el cambio climático y trabajar para preservar el medio ambiente natural.

Pero, ¿cuál ha sido el impacto de COVID-19 en estos objetivos?

Al comienzo de la pandemia, los cierres generalizados y una enorme reducción de los viajes llevaron a la reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el principal contribuyente al cambio climático. Un estudio informó que, en abril de 2020, las emisiones mundiales de CO2 fueron 17 por ciento inferiores a los niveles promedio de 2019.

Sin embargo, las emisiones aumentaron rápidamente una vez que terminaron los cierres iniciales y reinició la actividad económica. En total, en 2020, las emisiones bajaron solo 6.4 por ciento en el año, y siguen aumentando.

Y en marzo de 2022, la Agencia Internacional de la Energía informó que, en 2021, las emisiones mundiales de CO2 habían repuntado hasta su nivel más alto en la historia. En el informe se afirmaba que estas emisiones, impulsadas por un aumento del uso de carbón, “compensaban con creces la disminución inducida por la pandemia del año anterior”.

“Los cierres nacionales y regionales mostraron mejoras en la calidad del aire, la calidad del agua y el retorno de animales salvajes a las ciudades, con la reducción del tráfico y el ruido. Pero, y esto es un gran ‘pero’, todo el esfuerzo realizado para trabajar desde casa y distanciarse socialmente solo tuvo un pequeño impacto en el ingreso de CO2 en la atmósfera”.

–Dr. Keiron Roberts, profesor de sostenibilidad y medio ambiente construido, Escuela de Ingeniería Civil y Topografía, Universidad de Portsmouth, Reino Unido

Por lo tanto, COVID-19 puede haber ayudado, brevemente, a la lucha contra el cambio climático, pero ese efecto fue de corta duración.

Como el Dr. Roberts explicó a MNT: “COVID-19 nos mostró la escala de cambio que necesitaríamos hacer para alcanzar el cero neto bajo todas las políticas e iniciativas actuales, que es enorme. COP26 en Glasgow el año pasado, y UNEA 5.2 recientemente, mantienen viva la agenda climática, pero tenemos que seguir trabajando más para ayudar a cumplir con el Acuerdo de París sobre el Clima”.

El impacto de la pandemia ha sido desigual. En los países de altos ingresos, los programas integrales de vacunación han garantizado que casi todos tengan acceso a las vacunas. Algunos países de altos ingresos han vacunado a la gran mayoría de su población.

Sin embargo, los países de ingresos bajos y medios cuentan una historia diferente. Muchos han vacunado a menos del 10 por ciento de su población. Si la vacunación no aumenta en estos países, se quedarán atrás una vez más, retrasando la recuperación mundial y, casi con certeza, conduciendo a la evolución de más variantes.

Una vez más, la pobreza ha afectado a la salud. La lucha contra la pobreza es uno de los Objetivos de Sostenibilidad de la ONU y COVID-19 nos muestra lo vital que es que se logre este objetivo.

No debemos olvidar las palabras del Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS:

“Nadie está seguro hasta que todos estemos seguros”.

A medida que otras preocupaciones globales, como la guerra en Ucrania y la crisis de costo de vida, pasan a ser prioritarias, muchos gobiernos están deteniendo sus esfuerzos para combatir y controlar COVID-19.

Sin embargo, COVID-19 no ha desaparecido: el Reino Unido sigue registrando alrededor de 1,000 muertes cada semana por COVID-19, y Estados Unidos más de 500 diarias, a pesar de la vacunación generalizada.

Para minimizar la posibilidad de futuras pandemias, debemos aprender lecciones de COVID-19.

“Debemos pensar en el trabajo, la vida, la sociedad, la educación de maneras novedosas que ayuden al máximo número de personas a vivir una vida de calidad. […] Esencialmente, no podemos pensar solo en el hoy, sino en décadas futuras acerca de los SDG”.

– Dr. Jagdish Khubchandani

Amanda McLelland apoyó esta sensación, señalando que “es determinante que invirtamos más en infraestructura crítica de salud pública que es vital para una respuesta eficaz, coordinada y equitativa de salud pública ante los brotes emergentes y las futuras pandemias zoonóticas”.

Continuó diciendo:

“Mientras los funcionarios de salud pública mundial han estado activando la alarma sobre la relación entre el cambio climático y el aumento de las amenazas de la pandemia, espero que nuestro trabajo como sociedad para mejorar la sustentabilidad ambiental también nos ayude a minimizar el riesgo de futuras pandemias, a medida que comprendamos y reconozcamos mejor la delicada relación entre los seres humanos, los animales y nuestro ecosistema compartido”.

COVID-19 puede haber distraído la atención de la sustentabilidad y el cambio climático, pero ha destacado la necesidad de lograr los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU. A medida que la atención se aleja de la pandemia, debemos asegurarnos de que se cite a las amenazas ambientales mundiales que están tan estrechamente vinculadas a nuestra salud.

Una lección de COVID-19 es que los países deben trabajar juntos para lograr los objetivos, y ahora es el momento de aplicar esta lección a un futuro sostenible.

Lee el artículo en inglés.

Traducción al español por HolaDoctor.

Edición en español el 31 de julio de 2022.

Versión original escrita el 7 de abril de 2022.

Última verificación de datos realizada el 7 de abril de 2022.